martes, 23 de marzo de 2010

UN PEQUEÑO CUENTO PARA EMPEZAR


El día anterior habia estado en su pequeña huerta, se acostó temprano porque decía estar algo cansada y la cena no le sentó muy bien que digamos. Se despidió de todos sus nietos con un beso, como era su costumbre y el sueño le vino rápidamente con su perro tumbado a los pies de la cama. Cuando el tibio sol de invierno asomó apenas, madre la fué a despertar. Su rostro, su cuerpo entero transmitia esa paz que en vida daba a raudales junto con una gran sonrisa. Tenía 95 años. De eso hace ya un mes. Las gentes de las aldeas próximas han ido pasando para hacernos llegar su sentimiento, para hacernos saber que ellos también la echan de menos....su perro en ocasiones se arrastra hasta su cama, levanta el hocico y deja escapar un pequeño y lastimero suspiro, tiene la misma edad que abuela.

Mi madre no se repone, dice que no pensaba, ni por asomo, que su ausencia iba a ser tan dolorosa....dos meses ya y en la casa el silencio pesa sobre todos nosotros.

La mañana del tercer mes, aproximándose cautamente la primavera y con la nieve aún en el prado, abrí la ventana para aspirar ese aire aún frío que se mezclaba con los tímidos rayos del sol. Abajo en el jardín, el perro empezó a caminar lentamente, como si supiese con claridad lo que estaba haciendo. Sus huellas en la nieve hicieron un dibujo precioso, limpio, nítido, sin dudas. Un dibujo que las personas que habitamos estas montañas estamos familiarizados con él. Es un símbolo celta de paz.... y creció en nuestro jardín al lado de la puerta de entrada, grande y luminoso como el corazón de mi abuela....
Gracias a mi amigo Javier Petralanda por contarme esta historia verídica, y también para aquellos que son los verdaderos protagonistas.

2 comentarios:

  1. Bonito cuento para empezar. Espero que sea un inicio lleno de paz. Un beso muy fuerte.

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  2. Gracias brother. Lo dicho, tienes que iniciar otro blog. Tienes mucho que decir.

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